Volvemos a El Poblet, ahora brillando ya en el firmamento de los galardonados con 1 estrella Michelín (estrella que no creía se la fueran a dar y hecho que Germán me recordó... que cabrón.), un día cualquiera en Valencia, que con visitas así se convierten en especiales. Especiales por la compañía, Patricia, por los amigos que encuentras por el camino, Carito y Germán, y sorpresas que vienen de Vuelve Carolina como Begoña.
Un día invernal, ventoso, frío, pero soleado, una Valencia dinámica con gente por las calles y ocupando terrazas con sus aperitivos, cañas, vermouth... elementos que alegran el viaje. Y para no ser menos, antes de El Poblet, una caña en Barcas 7, lo kitsch de lo kitsch, taburetes anclados al suelo, escalera caracol para llegar al comedor, donde el público de mayoría octogenario se juega la cadera para llegar a él, y ese encanto de bar anclado a los ´80 te hace ver que el BAR nunca muere. De ahí, paseo al restaurante y a disfrutar como auténticos caimanes, como dice David de Jorge.
Oportunidad de probar nuevos-viejos platos en esta ocasión, históricos como El Bosque Animado y nuevos como el black angus y portobello. Junto con Huevo de las gallinas de oro o la ostra Guggenheim que ya los había probado. Una apuesta segura en un gran local, unos platos que me recuerdan al Impresionismo francés, sobretodo el Bosque Animado, por belleza plástica pero además una belleza que también se traduce en el sabor. Un lienzo de auténtico maestro.
empanadilla de remolacha y txangurro |
Bosque Animado |
Petit Fours |
Pero quienes están detrás de los fogones y reproducen y crean los platos de El Poblet son argentinos, y como referente del impresionismo argentino está Martín Malharro y como obra elegida, El Corsario, creo refleja el espíritu emprendedor y viajero de esta pareja de amigos, junto con la belleza plástica de sus platos.
El Corsario. (Imagen obtenida de recaladanautica.blogspot.com) |
Un beso para vosotras y un abrazo para vosotros.
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