Era Akelarre una ilusión que vivía desde hace muchos años, muchos más de los que ya tiene esta página.
Conocer a una leyenda viva de la cocina vasca, de la cocina nacional y de la cocina mundial. Un triestrellado que ha estado en las casas de todos a través de los programas de televisión en su día, y que con soberana modestia ha escalado y llegado a la cima de la cocina y se ha ganado el aprecio de la gran parte de sus compañeros de profesión. Desde su amistad personal con Arzak hasta la admiración que han presentado en más de una ocasión en público Martín Berasategui o David de Jorge, o ser un ejemplo para muchos como Begoña Rodrigo. Y ese reconocimiento, creo yo, tiene casi tanto valor o quizá más que los tres macarrones que figuran en la puerta de entrada.
La verdad es que no estaba previsto pisar Akelarre (Paseo Pade Orcolaga 56, San Sebastián. tlf: 943311209. web: www.akelarre.net) en este viaje, y lo tenía reservado para otra ocasión más especial, acompañado por mi pareja o por amigos. Pero como dice Maya en la película Entre Copas "No hay que esperar a un momento especial para abrir un Cheval Blanc del 61, el día que abras un Cheval Blanc ya es un día especial", así que tras recordar esto, probé suerte el mismo día y el martes 3 de Diciembre reservé mesa para 1 persona en Akelarre. Un sueño se iba cumplir.
Pasear por la playa de la Concha dirección Igueldo es una auténtica fortuna, un placer respirar el mar aunque haga frío y cale humedad. Y al final, a la altura del teleférico tenemos una parada de autobús que nos deja prácticamente enfrente de Akelarre, a lo alto de monte Igueldo. Un trayecto que recomiendo, tanto para no coger el coche porque vamos a beber vino como para airearnos y disfrutar del paisaje durante el paseo (junto con el ahorro que supone y lo ecológico que es usar el transporte público).
La Playa de la Concha |
Akelarre |
Así empezamos la jornada, sentados a mi mesa individual con una Pilsner Urquell para empezar y acompañar los snack iniciales del menú ARANORI de entre los 3 que se ofrecen, Aranori, Bekarki y Clásicos Akelarre, junto con una carta de sugerencias, además se permite permutar platos entre menús. Muestra de que aquí todo son facilidades para el comensal y se abre todo el abanico que uno quiera para pasar un buen rato.
Ligero y finísimo tartar de buey |
Infusión de caldo verde, cigarra y rape ahumado |
Tarro roto |
Servicio atento, amable y distendido, conversador y paciente, uno de los servicios menos formales que he visto, y no lo entendamos como algo negativo, si no todo lo contrario, pues en ningún momento hay falta de profesionalidad, sólo que la barrera de lo formal y lo informal se diluye y prácticamente no existe, lo que genera esa sensación de confortabilidad.
Sólo le pondría un pero a la experiencia y fue con el sumiller principal, que se presentó a mi, me dijo que me iría recomendando personalmente los vino y luego hizo acto omiso, en contra el 2º sumiller se encargo de mi mesa, y fue un placer poder charlar y comentar los diferentes vinos con él, personalmente salí ganando con el cambio.
Pero lo mejor para mi fue poder hablar con el Sr. Subijana. Aunque se ve a la legua ese semblante amable, no deja de intimidar estar delante de un institución como es él, y ese momento de tensión se hace eterno hasta que salen las primeras palabras. Sé que suena infantil y más a ciertas edades, pero el respeto siempre está. Un gusto los pocos minutos que compartimos y me llevo el recuerdo en mi libro (siempre que hago uno de estos viajes lo llevo encima) de la dedicatoria, muy indicada y cierta, pues a esta vida se ha venido a disfrutar siempre que se pueda, y el momento de la cocina ha de ser siempre uno de esos momentos de disfrute, ese metafórico Cheval Blanc del 61 que todos tenemos en nuestra bodega.
Una ilusión cumplida, que estoy deseando repetir, esta vez, en compañía y de día para disfrutar de las inmensas vistas, con un botella de vino en la mesa y sus copas con las que brindar mirando a través del ventanal. Porque en estas ocasiones que uno viene a vivir una ilusión, la cocina, comida, crítica o crónica pasan a un segundo plano, se vive el momento y se goza del sueño cumplido, no caben los defectos y sólo queda un bonito recuerdo en la memoria.
No puedo desligar a Subijana y Akelarre del mar. Y mucho se ha escrito al mar y sobre el mar. Y seguro no seré yo quien escriba algo mejor de lo que ya está escrito. Así que al igual que dice Edward Furlong al final de American History X "...Derek siempre dice que está bien terminar un trabajo con una cita, dice que siempre hay alguien que lo hace mejor que tú y que si no puedes superarlo, róbaselo..." Yo no robaré, pero sí que citaré y copiaré este poema que dedica Neruda al mar para terminar este artículo.
NECESITO del mar porque me enseña:
no sé si aprendo música o conciencia:
no sé si es ola sola o ser profundo
o sólo ronca voz o deslumbrante
suposición de peces y navios.
El hecho es que hasta cuando estoy dormido
de algún modo magnético circulo
en la universidad del oleaje.
No son sólo las conchas trituradas
como si algún planeta tembloroso
participara paulatina muerte,
no, del fragmento reconstruyo el día,
de una racha de sal la estalactita
y de una cucharada el dios inmenso.
Lo que antes me enseñó lo guardo! Es aire,
incesante viento, agua y arena.
Parece poco para el hombre joven
que aquí llegó a vivir con sus incendios,
y sin embargo el pulso que subía
y bajaba a su abismo,
el frío del azul que crepitaba,
el desmoronamiento de la estrella,
el tierno desplegarse de la ola
despilfarrando nieve con la espuma,
el poder quieto, allí, determinado
como un trono de piedra en lo profundo,
substituyó el recinto en que crecían
tristeza terca, amontonando olvido,
y cambió bruscamente mi existencia:
di mi adhesión al puro movimiento.
Y sin más y como siempre...
Un beso para vosotras y un abrazo para vosotros.
PD: Aquí dejo el resto de fotos del menú.
Aceituna negra rellena de anchoa |
Mejillón relleno |
Ambar de patata y camarón |
Las hojas y el foie bajo la lluvia |
Cabeza de cigala |
Merluza, kokotxa y ostra con hoja de ostra |
De la mar el mero... |
De la mar el mero... |
Xaxu Gorrotxategui |
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